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Y no hay nadie más con quien compartir a excepción de la fría pantalla con la que tratas de dialogar, la recientemente amnésica computadora que por el momento no tiene ni los juegos ni la música con la que normalmente te consuela. Mientras revisas la tarea, entras a las páginas que hoy te parecen aburridas, y haces nulo caso de tu alrededor, aquél que no quiso tomarte en cuenta. Y conviertes tu rostro en una máscara de indiferencia, esforzándote en dar la razón a la que con furia despotrica contra tí a través de los demás, que te quiere, pero te domina, desea conservar la poseción de ti, y celosa, reniega de tu rebeldía. Es el factor calve de aquí: obedecer y ser obedecido. Y tu voluntad lucha. No hay fuerza para pelear pero en tu conciancia ha despertado la llama de la lucha. Y la decepción de su rostro por fín encontró un rival en el tuyo. El mundo sigue en sus asuntos, pero tú ya no darás un paso atrás. Buscas en otros lugares el apoyo para seguir adelante. Hoy, en la bandeja de spa