Capítulo n: Muerte y desolación

Suave y fría, la nieve se fué acumulando sobre la espalda, las piernas, el suave cabello que desparramado cubría su cabeza. Poco a poco, el cuerpo de Sophie se fué convirtiendo en una elevación más en esa llanura inhóspita.
Sara levantó el rostro y aún pudo distinguir, entre todos los accidentes que cubría la nieve, las siluetas de miles de cadáveres escondiéndose en el nevado manto.
Un escalofrío penetró a travéz de su grueso abrigo y su cuerpo, frío por la conmoción, empezó a tiritar entre convulsionados sollozos.
¿Porqué tenía que pasar esto?
Haber venido aquí, con la frente en alto y llenos de esperanzas, para encontrar sólo desolación y muerte?
No entendía nada. No podía permitir que la vida se escapase tan rápidamente. Trató de no pensar en lo que veía, todo parecía tan irreal... el dolor en la cabeza se acentuó. Al llevarse la mano a la sien detectó una dolorosa protuberancia, producto del golpe que la había dejado inconsciente, y que robablemente le había salvado la vida. El caballo de Sophie tirado de lado junto a ella, aún guardaba calor, eso explicapa que ella no sufriera hipotermia.
Con cuidado, se puso de pie y miró a su alrededor. Parvadas de cuervos planeaban sobre el campo de batalla, y a lo lejos sus graznidos parecían rezos de luto.
No había ni un alma. Entonces, ¿quien había ganado? ¿Porqué había tantos muertos? Sara trató de evitar en pensar en esas muertes, en tanto sufrimiento, pero no pudo. Con la moral bajo tierra, empezó a caminar, arrastrando los pies, tropezando con los cuerpos inertes, y sin saber a dónde ir.
La perversa realidad la golpeaba con fuerza, y si ella seguía caminando es porque sentía que si se detenía, todo el mundo se vendría abajo y ella perdería el control de si misma abrumada por el peso de las circunstancias. El viento azotaba su cabello contra su cara, como si fueran pequeños látigos.
La mancha oscura del bosque se empezó a ver cada vez más cerca. -El bosque enemigo- dijo Sara en un susurro, que calló de inmediato al sonar tan irreal en ese momento. Nada le parecía mas atractivo que un monton de sombras para esconderse en ellas y no salir nunca más.
Detener el tiempo, regresarlo. Eso era lo que debía hacer. No era concebible tanto horror. ¡No lo era! Debía haber un modo, por favor, aunque sea uno, sin importar el precio.
Los árboles, de espeso follaje no dejaban pasar a la nieve, y ella se acurrucó, derrumbada tanto moralmente como de cansancio,en las nudosas raíces de un ahuehuete.

Comentarios

  1. No me explico cómo es que la vida a veces parece quitar tanto. Me repito que "no tendría que ser así". No encuentro razones. Me aferro a que todo pasa por un bien mayor, aunque no siempre confío en mí.
    Gran relato.

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