Entradas

Mostrando las entradas de agosto, 2012

Cacerías III: Lo que dura la descomposición

Como siempre, es un placer cazar en esta tierra. Dicen que Montreal es como un manicomio con vista al algo, y yo le doy la razón. Todo tiene muy buen aroma, me inspira a dar lo mejor y más grande de mí, porque quiero estar tan loco como cualquiera de sus habitantes. Hace tiempo que no se me ocurría, pero a lo mejor y me estoy volviendo bastante repetitivo. Todas las noches es llegar, cazar, alejarse. Los cuerpos, benditos cuerpos, ¿dónde quedan? Esta noche quiero dejar un recuerdo más ominoso que la simple abierta pudriéndose bajo las noches de la ciudad. Camino como siempre entre las calles semidespobladas hasta llegar a un barrio mas... comercial. Aquí siempre hay presas fáciles. Vividores, borrachos, prostitutas. Demasiado fácil. Camino más adentro en la ciudad y me encuentro con una zona un poco distinta. Hay bodegas y tiendas, casi todas cerradas. Por la cuadra camina un guardia gordinflón moviendo su macana. Bingo. -Buenas noches, caballero- le digo en perfecto francés. -¿P

Cacerías II: Alone loco

Imagen
-Alondrita, graciosa alondrita Alondrita, te desplumaré. No se me quitaba esa canción de la cabeza. Entre la oscuridad, comencé a vagar por las calles, buscando un pajarillo que se dejase desplumar... No tardé mucho. Estaba ahí, recargada en una esquina, tratando de calentarse quemando basura y mirando a todas partes, desconfiada. Pobre pajarillo. Sus ropas me dicen que no tiene mucho tiempo en la calle. La delgadez de su cara y su mirada nerviosa lo confirman. Aún no sabe vivir en las calles, es muy inocente. Me acerco a ella con tranquilidad, sonriendo con mi gesto más cálido y tranquilo, y utilizando mi voz más suave. -Ven, ¿te apetece una hamburguesa? La muchachilla dudó un momento, pero mi sonrisa y mi voz, junto con el hambre que seguro la latigueaba, hizo todo el trabajo. Pronto estábamos los dos caminando por el Saint-Laurent hacia una pizzería que ella decía conocer. En su viejo barrio, antes de fugarse de casa. Fue muy fácil averiguar su historia. Se había fugado de

Rezo

Perdónanos, señor, porque no sabemos lo que hacemos. Perdónanos, porque vamos por la vida dando tumbos, guíanos, señor. Perdónanos porque nos regalaste la existencia, pero no tenemos tu infinita sabiduría. Compréndenos, señor, porque nosotros no lo hacemos danos el beneficio de la duda porque nosotros no tenemos la maldición de la certeza. Perdónanos, señor, porque no sabemos vivir porque tenemos tantas cosas que aprender y tan poco tiempo porque no podemos escogerlo todo porque podemos amar, pero no sabemos cómo. Porque... Perdónanos, señor.