Capítulo I: El Primer Salto

A la luz de una linterna, una pluma convulsa rasgaba el papel.
“La Luna era especial ese día, estaba en cuarto menguante, o tal vez creciente. Y no parecía esa linterna fría de siempre, sino el colgante de un móvil sobre la ciudad pendiendo del infinito vacío. Era imposible saber si el cielo estaba nublado o despejado, pues la belleza de la luna habría opacado a la estrella más brillante.”
Sara se revolvía en las sábanas, sin saber porqué. Un extraño presentimiento de lo que iba a pasar se iba apoderando de ella. Aterrada, se decidió a descubrirse de las sábanas y correr al cuarto de sus padres, pero un terrible impulso cambió nsu dirección.
“Sara caminaba, inconsciente de sí misma, entre las sombras de las casas. Los ladridos de los perros eran mudos para ella, que se dirigía con presteza a donde el hechizo la llamaba. Pronto se encontró en la cueva, mientras Sara se hundía en la oscuridad para poder tocar el rosal. Un rayo retumbó en las paredes, iluminando las paredes de la cueva, a los murciélagos, y al rosal, mas no pudieron iluminar a Sara, porque ella se había trasladado a su propio ser, al interior de su mente, al pequeño umbral que distingue a los sueños de lo real.”
Como siempre, después de la liberación de esa idea, Sofía se quedó inmediatamente dormida sobre su mesa, ignorando al estruendoso relámpago que caía a unos kilómetros de su casa.

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