Perfidia

-->
Las veces que me ha visto llorar
La perfidia de tu amor...
Alberto Domínguez Borras
Maldita obsesión del hombre, anhelar lo que es imposible para él. Aquí estoy yo, estancado, despertando de la fría bofetada que me da tu rostro inflexible, capaz de volver acero a esos ojos grandes y profundos, los ojos que me volvieron loco desde el día en que te vi. Estabas sentada, llena de coquetería, cautivándome. Pero ya no es así. Ahora eres una hoguera a la que yo, cual mosquito, me arrojo imprudente. Me pregunto cómo es que llegamos a terminar de esta forma, y caigo en la cuenta: desde el principio fui yo el culpable. Fui yo quien se acercó a ti, y sólo a ti. Te di mi corazón, y te elevé por encima de las estrellas más brillantes. Te convertiste en mi musa, mi sol, mi diosa personal. Y no sólo te lo creíste. Fuiste atrapada en esa adoración a ti misma que fue mi perdición. Devoraste mi corazón y te largaste, ávida de nuevos sacrificios. Te he convertido en un monstruo insaciable, un némesis para el amor que te profesaba, y que no es más que una sombra que demanda volver a los viejos tiempos. Pese a todo sigo aquí, como un perro faldero, necesitado de tu atención, acurrucado a tus pies aún a sabiendas de que en cualquier momento me lanzarás una patada, mientras seduces a otro incauto. En ocasiones me pregunto si tu corazón es realmente tan frívolo, si siempre fuiste así, si tienes idea de lo que haces. A veces, incluso cuando te muestras cercada de atención, creo adivinar en tus ojos ese tremendo vacío que carcome tu alma y la de tus víctimas, y te tengo lástima. Ni siquiera doy espacio a la autocompasión. Seguiré viéndote desde aquí, impedido para percibir el mundo si no es con tus ojos, buscando un remedio a tu narcisismo, pero en el fondo, tratando de hallar la cura a mi irracional delirio.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Poesía Corpórea IV: Improvisando por la vida

El hombre: Amo y no esclavo de la Técnica

Ojalá nunca hubieras vuelto