Erizos

...Abriéronse los ojos de ambos, y vieron que estaban desnudos...
Génesis


Extraño el sabor amielado de tus labios.
Hoy, cuando me despedí de ti, no puede saborearte a mi gusto, ahogado como estaba en el mar de nuestras lágrimas, sólo pude darle adiós a a tu boca agridulce como un plato de comida cantonesa. Permanecimos abrazados, con el puñal del otro atravezando nuestra espalda, trémulos, odiando nuestra sinceridad. Odiando nuestro odio, aunque no debería llamarlo así. Porque sé que dentro de tí ese sentimiento no cabe contra quien tanto adoras, y que este amor tan profundo que te profeso me impediría guardar rencor alguno contra tí.
¿Será acaso que nos sumergimos demasiado uno dentro del otro, que no miramos las consecuencias? Vivimos ansiosos de descubrirnos en el otro, cortando, desgarrando sin piedad ni anestesia ese caparazón que cubre nuestros frágiles yos, de la crueldad de lo exterior. Nuestras almas no soportaron esa exposición al exterior que era el otro, y, avergonzadas de su desnudez, se laceraron sin consideración.
Me heriste y te herí. Entiendo ahora que fué nuestra ingenuidad lo que nos derrotó, pues éramos inexpertos en traer el alma descobijada, con nuestra incompleta confianza, temiendo y deseando a la vez ser lastimados.
Ahora estoy sentado, mirando tu rostro lloroso dentro de mis recuerdos.
Rememoro lo ocurrido, y me sigo preguntando cómo es que nos atrevimos a jugar con nuestro amor de la misma forma en que un niño arroja piedras a una ventana. Lo pusimos a prueba, lo tentamos y ahora esta roto. ¡Que imprudencia más grande! estábamos ciegos por el deseo y la curiosidad, fuimos egoístas y desconsiderados. No miramos el mal que hacíamos sólo por no ser el otro. Hemos descubierto que no éramos las dos mitades de la misma naranja. Ni dos almas gemelas. Somos dos venenos sin antídoto. Dos cobras enroscadas.
¿Cómo puedo acercarme sin herirte? ¿Cómo puedo abrir mi corazón sin que lo destrozen? ¿Cómo pueden los erizos hacer el amor?

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Poesía Corpórea IV: Improvisando por la vida

El hombre: Amo y no esclavo de la Técnica

Ojalá nunca hubieras vuelto