No hubo nochebuena

No era una Nochebuena. Sí, había pavo, espaguetis, ponche. Un largo mantel nuevo con nochebuenas y campanas, mientras que en la sala las figuras del nacimiento bailaban bajo llos parpadeos de las series de luces.

El árbol, retacado de adornos, repetía sin parar un popurrí de villancicos, y guirnaldas colagaban del techo y las paredes.

Pero no era Nochebuena.

A eso de las once, todos los que vivían en la casa bajaron con sus mejores galas, ayudaron entre todos a poner la mesa y encendieron la televisión. Fuera, en la calle, se oían cohetes y música, la fiesta estaba en su total apogeo, pero en esa casa sólo el invierno había llegado.

Los manjares fueron llegando. Uno a uno, fueron degustados y elogiados por todos los que ahí se encontraban, algunos pidieron más, se destapó un a sidra. Poco a poco la atmósfera se hizo más viva. Se bromeó, se contaron anécdotas, se hablo del trabajo.

Cuando se sirvió el pavo, el silencio fue total. Cada uno comía con apetito, y cuando terminaron, no volvió la conversación. El silencio se fue espesando cuando todos voltearon a ver la silla vacía. Todos sabían a quien pertenecía el lugar, alguien que no volvería ya, y que por primera vez, y por siempre, faltaría en esa mesa. Pero ese debería de ser un día feliz, así que cada uno, sumido en su tristeza, no se atrevía a hablar de lo que sentía su corazón.

-Esta no se siente como navidad- dijo al fin uno.

En el reloj, dio la medianoche. Las campanadas eléctricas sonaron el los oídos de los comensales, y con un tremendo esfuerzo, se levantaron y alzaron la copa para hacer el brindis. Durante los abrazos, musitaban feliz navidad, con tanto ánimo como si dieran un pésame. Una lágrima rodó oculta tras un abrazo.

De pronto, el timbre sonó. Los inesperados visitantes llegaron riendo, felicitando, abrazando. Pronto se unieron a la mesa, ocupando todas las sillas vacías. Los que vivían en esa casa y los que llegaron extrañaban al que se había ido, pero eso no impedía que por ahora, podían decir, y agradecer, que estaban juntos, que se amaban y que no importa lo que pasara, nunca estarían solos. Entonces los presentes entendieron el enorme regalo del recuerdo de aquél que había fallecido, y que ahora que los había unido en una familia. Pronto, hubo sonrisas en todas las bocas, y una sensación cálida se apoderó del comedor. Esa ocasión no hubo nochebuena, pero todos los que estuvieron podrían jurar que sí hubo navidad.

Comentarios

  1. Ojala las Naderias de todos fueran algo asi, me gusto mucho el blog. Muy linda la bienvenida tambien. Suerte con la vida :)

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