La Bruja
¡Ay! Que bonito es volar
A las dos de la mañana
A las dos de la mañana
¡Ay! Que bonito es volar, ¡ay,
mamá!
La Bruja, Canción Popular Veracruzana
Mis pasos me pierden a lo lejos, con mis zapatos llenándose
de arena a cada paso, mientras la brisa caliente y salpicada de sal me revuelve
el cabello pero no hace nada para bajarme la tremenda borrachera que llevo. La
Luna es testigo de las eses que voy formando
por la playa mientras trato de esquivar en vano las olas fosforescentes.
Avanzo a trompicones mientras La Silueta de esa mujer avanza
con la cadencia sensual y provocativa de las mulatas, su ligero vestido de seda
es jalado por el viento, metiéndose entre sus torneados muslos y remarcando el
cuerpo desnudo que lleva debajo. Sus rizos, recogidos en un elegante chongo, se
desenredan uno a uno en una sugerente invitación a desatárselos todos. La mujer
se vuelve hacia mí con un destello de sus arracadas de oro. Sus dientes parecen
reflejar la luz blanca de selene, cuando dice en un susurro que alcanzo a
escuchar aún a través de las olas: “sígueme”.
Arroja los tacones rojos y echa a correr encaminándose al malecón.
Toda ella promete sexo, vida. Es toda y cada una de las
mujeres, es fuerza, es una gacela, es gracia felina. Tras ella soy sólo un
torpe, un bruto. Pero ella me ha escogido a mí. Su risa es como el arpa, y sus
ojos como ámbar. El olor de su sudor con su perfume es como rosas flotando en
el mar.
Finalmente la sigo adentrándose en la playa, arrastrando las
algas y la arena de mis pies. Arrojo los zapatos y deambulo siguiendo sus pasos
menudos y flexibles. El agua nos llega a la cintura cuando consigo subir a la
pequeña balsa de pescador. Ella me ayuda para que no volquemos, y entonces la
tomo, arrullados por las olas, cada uno de los embistes del mar coinciden con
los míos, ella se sujeta a mí y yo a la balsa que da vueltas, que se inclina
como si fuera un barquito de papel a punto de hundirse, la borrachera empieza a
ceder pero la sensación de mareo se incrementa, así que me asomo para volver en
el mar, pero ella me regresa con los brazos, su abrazo es tan fuerte que me
duele, sus manos son como pinzas. Sus ojos ambarinos ahora brillan como antorchas,
y una furia inesperada e inexplicable agria por completo su expresión.
La brisa marina me despierta por completo. Tengo frío.
-¿Quién eres?- Le pregunto, son la sensación del miedo
creciendo en mi vientre empujando a todo lo que le estorba para ocupar su
lugar.
-La Bruja- me dice con un rugido antinatural, y lo último
que alcanzo a ver antes de hundirme en esas aguas oscuras y tibias, son las
garras terribles y los dientes de sirena que me desgarrarán en las
profundidades del mar.
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