Vampman

Frío. Oscuridad. Miedo.
Hace horas que no sé de mí. Algún criminal debió tomarme por sorpresa, cuando hacía mi patrulla nocturna. Lo único de lo que tengo conciencia son las frías baldosas del suelo, cuando trato de levantarme siento entre mis dedos una sustancia pegajosa. Sangre semicoagulada. El olor a hierro de la sangre sube hasta mi nariz. Inhalo a profundidad. Entre las tinieblas distingo un cadáver destrozado. Una furia impotente sube hasta mi garganta. ¿Será cosa del Joker? Pocos son capaces de semejantes atrocidades.
–¿Hay alguien ahí?– pregunto. Si están vigilando la celda, ya se habrán dado cuenta de que desperté.
Me recargo contra mi celda. Todo parece ser roca sólida. A lo lejos, escucho un goteo incesante mientras que el olor a mierda sube y sustituye al olor de la sangre. Así que estamos en las alcantarillas. Mientras trato de recordar cómo llegué ahí caigo en cuenta del sabor de la sangre. Escupo, y noto un par de dientes menos. Eso no le gustará a Alfred. Me pregunto si ya me estará rastreando. Es entonces cuando noto que me han quitado todo mi equipo especial. Me han quitado la máscara, y ésta se encuentra arrumbada junto con mi capa. Me las pongo. Qué más da si ya saben quién soy, pero me siento indefenso sin ellas.
–Veo que ha despertado, señor Wayne– una voz sibilante, tenue, me saluda desde el otro lado de mi celda-. Bienvenido. Perdone que le haya tenido que encerrar, pero es poco seguro tener suelto a alguien en… su condición.
–¿Quién eres? –pregunto, tratando de idear una forma de conseguir información sobre mi captor– ¿Para qué me has traído hasta aquí?
–Ser tan directo no es de mucha ayuda en la no-vida, señor Wayne –responde la voz, divertida–. Vamos, si le he elegido es porque precisamente usted, de entre muchos, sabe apreciar el valor inestimable de los secretos, como yo. Tengo pensado concederle tres respuestas esta noche, señor Wayne. Van dos.
¿Quién soy yo? –la voz se permite una pausa teatral–. Alguna vez mi nombre fue Cornelius Di Martino, migrante italiano. No, no era un mafioso. La cossa nostra no existía como tal entonces. Soy aún más viejo. De hecho, soy inmortal. No, no estoy loco. Yo soy una VERDADERA criatura de la noche, vivo en la oscuridad y me alimento con sangre humana. Un vampiro, un vástago. Un NOSFERATU. Y te he traído hasta aquí para que seas mi progenie.
– Nunca lograrás que me vuelva uno de los tuyos –le digo con decisión. Tanto si es un monstruo como un loco, le haré frente. A fin de cuentas es lo mismo– Supongo que no me contestarás la tercera pregunta si te pido que me digas cómo salir de aquí– el sarcasmo aflora a mi garganta. El otro rió, tal como supuse.
–Claro que sí, saldrás cuando se termine la transformación. Entonces podrás hacer lo que quieras.
___________
No sé cuánto tiempo tengo aquí, me retuerzo en mi agonía. No me han dado agua ni comida, pero no siento hambre. Sólo siento dolor. Debieron darme alguna toxina, mis miembros se contraen en ángulos imposibles, mis entrañas arden como si por mis venas corriera fuego en vez de sangre. Siento como si poco a poco me desbaratara.
– ¿Sufres, chiquillo? –la voz repulsiva ha vuelto a aparecer. Entre el dolor y el cansancio, logro distinguir una nota de compasión en su voz–. Lo siento, no puedo hacer nada al respecto. Pero te prometo que parará en unas noches.
–Mal… dito– alcanzo a mascullar entre retortijones. La voz que me contesta suena triste.
–Por desgracia, lo soy. Y tú también, pero con la maldición también vienen ciertos… beneficios. ¿Esta noche no quieres preguntar? –Hace una pausa para que yo responda, pero el dolor es insoportable, y de mis labios sólo salen alaridos inhumanos que me esfuerzo por contener–. Está bien, yo haré las preguntas por ti. Te preguntarás porqué te estoy haciendo esto.
“Porque eres un loco criminal”, me hubiera gustado decirle, pero ni siquiera alcancé a formular la frase en mi mente, estaba demasiado ocupado apretando mi vientre con fuerza, pareciera que pirañas lo devoraban por dentro.
– Te he estado observando muchos años, Bruce Wayne ¿o prefieres Batman? Desde las sombras, desde la primera vez que me topé contigo despertaste mi curiosidad. Eres rico, fuerte, inteligente. Pero te falta algo. Dentro de ti, algo te dejó torcido, deforme e incompleto. Estaba en tu mirada. Puse manos a la obra y me dediqué a investigarte, lo cual se me da asombrosamente bien. Conocí tu identidad, tu compañía, incluso tu pasado. Quieres vivir para la justicia, pero en realidad vives para la venganza.
– ¡No…!–alcanzo a vociferar.
– ¿No? Estoy seguro que vengas a tus padres en cada criminal que atrapas. Esa es tu venganza, sigues un juego limpio, pero aun así… si quieres creer que eso es justicia, cree lo que quieras –Chasquea la lengua– como decía, averigüé todo sobre ti, y me gustó. No tienes idea de la cantidad de veces que te seguí en tus correrías, invisible a tus ojos. Te llegué a acompañar en ese maravilloso coche que tienes. Un par de veces incluso te ayudé veladamente. Esos murciélagos que tanto temes y te maravillan, me convertí en uno de ellos sólo para visitar tu refugio, tu… baticueva.
Mis brazos han perdido fuerza, siento mi espalda curvarse forzadamente y mi cuello se ensancha y endurece.
- Verás, no soy ningún criminal. Incluso me atrevería a decir que mi estabilidad mental es superior a la de muchos de mis congéneres. Y cuando tomé la decisión de abrazarte fue… bueno, porque apoyo sinceramente tu causa, y he decidido otorgarte la inmortalidad para que continúes tu misión por mucho más tiempo del que tu vida humana te hubiera permitido. Sé que no me crees ahora, pero lo harás cuando comprendas. Esto era necesario. Por ti y por tu amada ciudad, Wayne.
Me he quitado casi toda la ropa, tratando de aliviar el ardor contra el frío suelo, y al pasar mis manos desesperadamente por mi cabeza, noto los mechones de pelo desprenderse a raudales. Hace unas horas, el dolor en mis mandíbulas era insoportable, ahora unos enormes colmillos sobresalen dolorosamente de mi boca. Empiezo a creer en lo que está pasando.
–He conseguido un doble para representar tu muerte, Wayne. Me salió irremediablemente caro, pero valió la pena. Ahora mismo Gotham está sumida en el luto por la muerte de uno de sus principales ciudadanos.
–¡Alfred…!- él lo sabrá, estoy seguro, el me buscará…
–Alfred lo sabe –responde la voz–. Hace un tiempo que le vinculé. Le doy un poco de mi sangre, de vez en cuando, y el a cambio me otorga su servicio y fidelidad. No, no te ha traicionado. Aunque lo até a mí por medio de mi poder, siempre se preocupó primero por tu bienestar. Lo podrás ver cuando termines tu transformación, y eventualmente, podrá ser tu propio ghoul, si lo deseas. Alfred es muy valioso. De buena gana le concedería el abrazo si no fuera tan indispensable en sus labores.

Ahora viene lo más difícil, chiquillo mío. Pronto el dolor será insoportable – ¿qué no lo es ya? – Aprovecharé este tiempo para contarte lo que eres. En primera, ya lo debes adivinar, debes ocultarte siempre de la luz del sol…


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Poesía Corpórea IV: Improvisando por la vida

El hombre: Amo y no esclavo de la Técnica

Ojalá nunca hubieras vuelto